— Oites Tola, ¿qué te hicites en la cabeza que te noto raronga?
— Esperá Maruja yo me quito la pañueleta… Mirá.
— Uy Tola ¡Estás calva!… No me digás que estás en quemioterapia.
— Ese berriondo granizo que cayó en Bogotá me tumbó el pelo íntegro. De milagro estoy contando el cuento.
— Tapate querida que te pega el sol y me encandelillás… Pero te sigo notando estraña, como si te faltara algo… ¡Ya sé! La sombrilla… ¿Qué la hicites?
— Ese huracán que hizo en el norte de Bogotá me la voló… Pero ya me avisaron que cayó en Villeta.
— ¿Qué estará pasando pues Maruja que el clima se enloqueció?
— Está loco Uribe, no se va enloquecer el clima que es menos inteligente.
— Eh, tanto aguacero y tanto trueno y tanto ventarrón tiene que ser culpa del recalentamiento global.
— Qué va Tola, el que está recalentao es mi Dios con tanta maldá en la tierra y nos está castigando con este catombe.
— ¿Qué es lo que quiere decir “catombe”?
— Desastre… Hacé de cuenta el pocalisis de la Biblia, con la diferencia que el pocalisis lo anunció San Juan y el catombe lo predijo Uribe.
— ¿O sea que es lo mismo pocalisis que catombe?
— Pero el catombe llegará primero… A ver qué ejemplo te pusiera, Tola… Por ejemplo el Metro: hacerlo sería un catombe porque pondría a Bogotá patas arriba dos o tres años, pero no hacerlo sería el pocalisis porque Bogotá seguiría intransitable hasta que San Juan agache el dedo…
— Qué dicha pa vos Maruja vos con esa inteligencia tan superior, tan uribista.
— Está clarísimo Tola que lo que está pasando en Bogotá con el clima es un mensaje de Dios a la humanidá pues le estamos rindiendo pleitesía a otro dios: el bendito carro.
— ¿Cómo así?
— ¿Qué hizo el granizo? Atacó los carros: les taponó las vías y los inundó y los apacharró… ¿Y qué hizo el huracán? Atacó un concesionario de carros. Tantas concidencias juntas no son gratuitas: hay un mensaje.
— Vos tan avispada Maruja pa interpretar las cosas del cielo… ¿Nunca te ha provocao ser pastora evangélica?
— A veces… Pero yo no sirvo porque me daría mucha ira que me deban diezmos.
— Entonces a según vos ¿qué le quiere decir mi Dios a Bogotá con esos mensajes climáticos?
— Que dejen de adorar al dios pagano del carro particular y piensen en el Metro colectivo.
— Ahora entiendo por qué Uribe cambió de parecer y resolvió apoyar el Metro.
— Es que mi Dios se le apareció a Uribe y le dijo: hijo mío, ya le di Metro a mi pueblo elegido…
— ¿Los paisas?
— …De modo que no me salgás con que no hay plata pal Metro pero sí te sobra pa comprar armas… No me creas tan jiquerón hijo mío… Te ordeno: suspende esa guerra y paga el Metro, o de lo contrario Bogotá se sentirá tan abandonada como el campo y se nos volverán guerrilleros los rolos.
— ¿Y qué dijo Uribe?
— Se quedó callao… Primera vez.
— Pero Maruja, sigo sin entender en qué se parecen el pocalisis y el catombe.
— Muy sencillo Tola: ¿Has oído mentar Los cuatro jinetes del pocalisis? Uribe es uno.
— ¿Y cuáles son los otros tres? ¿También caballistas?
— Ve Maruja, cambiando de tema, ¿cómo va el reinao de Cartagena?
— Ni güele ni yede… Son carajadas Tola: una reina sin mafioso es como una arepa sin quesito, como una guerrilla sin Tirofijo…
— A propósito de don Tiro, mató dos pájaros de un tiro: al ordenar pruebas de supervivencia de los secuestraos, dio pruebas de supervivencia de él mismo…
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