- La violencia en el fútbol es cada vez más irracional e indiscriminada. Si no se toman medidas radicales, tanto para los protagonistas como para los hinchas, el país está al borde de una gran tragedia.
- El bochornoso incidente del fin de semana pasado fue visto por millones de testigos alrededor del mundo a través de las cadenas internacionales de noticias CNN y BBC, en un momento crucial para Colombia donde se habla de paz entre los países hermanos pero que irónicamente se demuestra lo contrario al interior.
Hace unas semanas, en hechos separados, dos seguidores del América y del Nacional fueron asesinados en Bogotá y Medellín por hinchas radicales de otros equipos que los atacaron por el simple hecho de tener una camiseta del otro cuadro, incluso en días en que no había partidos.
Hace ocho días, en el Estadio Pascual Guerrero de Cali se vivió una jornada negra con violentos disturbios en la tribuna y una fenomenal gresca dentro de la cancha. Cuando jugaban contra el Cali, en el clásico vallecaucano, un nutrido grupo de hinchas del América se enfrentó con palos, piedras y cuchillos a la Policía e intentó ingresar al terreno de juego para agredir al árbitro y a los jugadores rivales.
En la cancha, el espectáculo no fue menos bochornoso. El técnico del América, Diego Umaña, golpeó a su colega del Cali, quien intentó responderle; mientras directivos y jugadores también se pelearon y agredieron al árbitro que había tomado la decisión, acertada por demás, de parar el partido debido a los graves incidentes en la tribuna.
Tras los lamentables hechos de Cali, las autoridades de la ciudad y del fútbol advirtieron sobre duras sanciones. Pero al final, con unas cuantas fechas de suspensión para el técnico Umaña y algunos jugadores y unas multas en dinero quedó saldada una cuenta que, por su gravedad, ameritaba un castigo ejemplarizante.
Estos últimos hechos de violencia en torno al fútbol se unen a muchos otros que ocurrieron el año anterior y que dejaron varios muertos y muchos daños.
Porque es un problema que crece cada vez más, porque las acciones de los desadaptados son cada vez más irracionales y descontroladas, la violencia en el fútbol pasó de las grescas dominicales en las tribunas, a ser un problema de orden público que ya se manifiesta dentro de las canchas, en las tribunas, en las afueras de los estadios, en los barrios de las ciudades y en las carreteras del país.
Se necesitan para combatir la violencia en el fútbol unas autoridades y una dirigencia del fútbol más drásticas a la hora de tomar medidas contra los revoltosos. El cierre de estadios, partidos a puerta cerrada y suspensiones por un año o de por vida, son sanciones que harán recapacitar a los que deseen seguir peleando.
Se necesita una justicia más pronta y efectiva para judicializar a los individuos que sean capturados en flagrancia protagonizando disturbios o actos de violencia en los estadios. Es necesario tener herramientas legales para sancionar a los menores de edad, frecuentemente protagonistas de estos hechos vandálicos.
La violencia está alejando a la gente de los estadios. Son muchas las personas que dejaron de ir por temor a quedar en medio de una trifulca. Por estos hinchas pacíficos, que son la mayoría, por rescatar para la familia, los niños y las mujeres el placer de ir a un partido, todos los estamentos del fútbol deben trabajar por atacar frontal y decididamente la violencia.
No esperemos a que, como en el pasado o como en otras latitudes, haya una tragedia con 20 o 30 muertos. El fútbol debe superar ese karma que tanto daño le hace para seguir siendo el más popular de los deportes y la pasión de millones de personas.
Editorial, El colombiano 2008
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