Saturday, January 05, 2008

NO NOS CONSTA... POR TOLA Y MARUJA

29 de Diciembre de 2007

— Oites Tola ¿qué pensás hacer de cena de Año nuevo?

— Será agua molida y viento raspao… Hace siglos no hago cena de 31, desde que me pasó lo del pisco.

— ¿Cuál pisco?

— Ya te conté, acordate: el pavo que me mandó mi hijo Juvenal desde Cereté.

— Quién sabe Tola a quién le contates, a mí no. Y vos sabés que yo tengo una memoria inolvidable.

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— Sí te conté Maruja, tan es así que vos me dijites embustera… Pero te vuelvo a contar: Juvenal el mío…

— ¿Cuál Juvenal?

— Pues el mío, el que estuvo en el batallón, el que tiene un bisojo que le luce.

— Ah, el bizcorneto… ¿El que casó con una viuda rica y fea?, que todos dicen que se sacó la guaca y se quedó viviendo con el espanto…

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— Juvenal me mandó hace como cinco diciembres un pisco pal 31. Entonces ese día por la mañana yo le dije a mi marido Ananías: ve Nano (yo le digo ‘Nano’ cuando no estamos bravos, o sea en diciembre), haceme el gran favor y sacás de la gaveta media de aguardiente y le das un trago al pisco pa cogelo mariao y no sufra en la desgañotada.

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— No hay necesidá de gastales aguardiente: yo los mareo hablándoles.

— ¡A quién le dije! La bellezura de Ananías le sirvió un trago al pisco y él se mandó uno doble. En fin que yo me entretuve en los destinos de la casa y no supe cuándo Ananías se bogó la media con el pisco.

— Uno también los puede mariar poniéndoles reguetón seguido.

— Al rato eché de ver que no estaban Ananías ni el pisco: andaban en el estanquillo comprando más trago. ¡Y dicen a jartar y a ponesen coloraos!

— Ananías consiguió quién le hiciera la segunda en el vicio.

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— Y ya Ananías prendido era dándole picos al pavo y diciendo que primero lo tenían que matar a él, pero que no dejaba que le tocaran ni una pluma a su llavería.

— ¿Le decía “llavería” al pisco?

— Y ponga y ponga esa canción: “Cómo se mueve la pava…”.

— En resumidas cuentas: no te lo dejó matar.

— Nanay cucas… Cuando puse a calentar el agua, Ananías fue y la vació en el patio y me dijo que era el colmo que yo quisiera despescuezar una pobre criatura que era mi semejante.

— Te dijo con disipeto nariz de moco.

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— Entonces yo viendo a Ananías tan agresivo, pensé: eh, esta no es conmigo, les voy a dar de su propia medicina… Y les destapé otra botella. Pero me salió el tiro por la culata porque la idea era emborrachar a Ananías y coger indefenso al pisco y zampalo a la olla, pero el pisco ya borracho le dio por volar y apostar carreras con los gallinazos.

— Mejor dicho: estabas más encartada que una gallina criando patos.

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— Por la noche me tocó sacar el turpial de la jaula y hervilo en consomé pa dale al pisco a ver si se componía pa podelo agarrar.

— ¿Entonces no hubo cena?

— ¡Cuál cena! Dieron las 12 y Ananías no desamparaba al pisco y casi lo ahoga dándole a tragar las 12 uvas.

— Tu marido es el hacemerreír.

— Amanecieron Ananías y el pisco abrazaos oyendo tangos. Y al otro día los hijos organizaron un sancocho en la calle, pero ya fui yo la que no dejó matar el pisco… ¿Quién mataba ese animalito todo enguayabao?… Encerrado en el baño trasbocando.

— ¿Y en qué paró el pisco?

— Ahí anda en la casa de mascota: está tan viejo que tiene arrugas en las verrugas… Nadie de la familia es capaz de matar ese pavo de frente.

— Les va tocar paviarlo.




Fuente: www.elspectador.com ©

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